Desde hace cientos de años, la humanidad viene utilizando tensioactivos para multitud de procesos. Desde los primeros jabones, fabricados a partir de aceite de oliva y carbonatos presentes en cenizas por las antiguas civilizaciones, hasta los más novedosos bio-tensioactivos producidos mediante procesos de fermentación.
Puede parecer que en el mercado de los tensioactivos está todo inventado. En sectores industriales tan consolidados como pueden ser los detergentes, lubricantes o pinturas, daría la impresión que con unas pocas referencias generalistas, más o menos adaptadas a cada sector, puede cubrirse la práctica totalidad de las exigencias de aplicación, pero nada más lejos de la realidad.
Los tensioactivos se caracterizan por ser moléculas con una fracción lipofílica, y una hidrofílica, lo que les confiere una dualidad, tan simple y a la vez tan compleja, que les aporta un amplio rango de funcionalidades: reducir la tensión superficial de una gota de agua sobre una superficie, solubilizar un perfume en agua, generar una espuma densa con un tamaño de burbuja determinado, emulsionar agua en un determinado aceite, o dispersar un producto sólido en un medio oleoso.
Es por esto que los tensioactivos son una familia de productos utilizada en multitud de aplicaciones: fabricación de detergentes y cosméticos, productos para el tratamiento de fibras y prendas textiles, aditivos para sectores como lubricantes, taladrinas, pinturas, recubrimientos, productos del sector agroquímico, aditivos para procesos de extracción de petróleo, gas, o minerales, entre otros ejemplos.
Si bien es cierto que hay mercados masivos en los que las referencias demandadas evolucionan lentamente (normalmente de la mano de la adaptación a cambios normativos o legislativos), cada vez más el mercado demanda soluciones específicas enfocadas a cada aplicación, bien sea por adaptación a nuevas tecnologías o procesos industriales, bien por necesidades desde el punto de vista de la sostenibilidad de los productos finales, o simplemente porque las aplicaciones son cada vez más exigentes en función del desarrollo tecnológico.
Esta tendencia requiere no sólo diferentes soluciones en clave química, sino que también exige requisitos específicos en cuanto a la calidad del tensioactivo utilizado, no siendo lo mismo el tipo de requerimientos de uno destinado a fabricar un lubricante para uso industrial que un detergente para uso doméstico, o un gel de baño que estará en contacto con la piel.
Por otro lado, es de gran importancia conocer y comprender su ciclo de vida completo (extracción de materias primas, procesos de fabricación, transporte y distribución, uso, y degradación final en el medio ambiente) para tener una visión global y poder acompañar el crecimiento de la industria de una manera sostenible: garantizar aspectos como la biodegradabilidad de los tensioactivos, o apoyar la obtención de certificaciones como la etiqueta ecológica “ECOLABEL” de la Comisión Europea son aspectos a tener muy en cuenta para desarrollar una gama de tensioactivos.
Se abre ante nosotros un futuro lleno de retos y oportunidades: fabricar tensioactivos a partir de materias primas cada vez más renovables y menos dependientes de recursos fósiles, el avance de los procesos productivos biológicos frente a los procesos químicos sintéticos, la optimización de formulaciones aprovechando las sinergias con otros ingredientes como pueden ser las enzimas, o el cambio que puede suponer la digitalización en la manera de consumir los productos que contienen tensioactivos, son sólo algunos ejemplos.
En Grupo Barcelonesa ofrecemos nuestra gama BARTENSID, un amplio portafolio de tensioactivos en constante evolución para poder satisfacer el cada vez más alto nivel de exigencia por parte de nuestros clientes. Trabajamos en permanente contacto con ellos para poder encontrar la mejor solución para cada aplicación, así como hacerlo de manera estable garantizando la calidad, fiabilidad y regularidad de suministro.
